Desafío
-Amargas Semejanzas
-Expansión Criminal
-Favorito para el 18
Rafael Loret de Mola.
El 18 de agosto de 1989, en el municipio de Soacha, Colombia, cuando levantaba sus brazos en triunfo en su condición de candidato a la Presidencia de su país -lo era por tercera ocasión-y con las encuestas favoreciéndole, Luis Carlos Galán Sarmiento, del Partido Liberal Colombiano, fue abatido a tiros al subir a la tarima donde dirigiría uno de sus últimos mensajes de campaña. Como autor material del hecho fue ubicado Jaime Eduardo Rueda Rocha si bien se señaló a los autores intelectuales, el gran “capo” de Medellín, Pablo Escobar Gaviria -muerto a balazos en diciembre de 1993-, y Alberto Santofimio Botero quien todavía enfrenta una sentencia de veinticuatro años de cárcel desde su segunda aprehensión apenas en 2011 pues había sido liberado en 2008 en segunda instancia por un juez obviamente ligado a la mafia. Por cierto, quien sucedió a Galán en la candidatura, César Gaviria Trujillo, fungía en el momento del magnicidio como coordinador de la campaña de la víctima.
El cuadro no puede ser más cercano a los mexicanos quienes atestiguamos la reproducción de los hechos en 1994 al ser abatido Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI, el 23 de marzo a manos de un supuesto autor solitario, Mario Aburto Martínez; y fue el coordinador de su campaña, Ernesto Zedillo Ponce de León, el beneficiario directo del crimen al asumir la candidatura, primero, y ganar los comicios después con una de las más elevadas votaciones de la historia: más de 17 millones de votos a su favor, sólo superados por los 19 millones 226 mil de sufragios reconocidos a Enrique Peña Nieto en julio del año pasado. La única, enorme diferencia es que en este caso jamás se señaló a los autores intelectuales del suceso aun a sabiendas de los vínculos non santos de algunos altos funcionarios con las mafias organizdas. Se sabe, eso sí, que al aspirante Colosio le tendieron varias trampas como cuando se organizó un convivio en Sinaloa con un “próspero agricultor”, con presencia de edecanes irreprochables, quien resultó ser, de acuerdo a diversas fotografías en poder de la entrometida DEA estadounidense, nada menos, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.
Los paralelismos son no sólo de altos vuelos sino igualmente inductivos sobre el proceder de cárteles y policías y políticos infiltrados por éstos. Y la historia sólo comienza, en sendos casos, en estos puntos descritos. Por una parte, Escobar Gaviria, cuya figura ha vuelto a popularizarse gracias a una exitosa serie de televisión, fue ubicado por el célebre semanario Forbes en el lugar número siete entre los grandes multimillonarios del planeta con una fortuna calculada entre los nueve mil y los quince mil millones de dólares; a Guzmán Loera, ya ubicado entre las cien fortunas mayores del planeta, se le reconocen, por el momento, haberes por mil millones de dólares aún muy lejos de los registros de su colega colombiano quien, por cierto, pretendió hacer política y fue representante suplente del estado de Antioquia, cuya capital es Medellín, ante el Congreso de la República en 1982; y de allí al gran salto como cabeza de una las mayores empresas criminales de todos los tiempos: hay quien le adjudica, directamente, cinco mil 500 asesinatos, ejecutados por él mismo, además de otros muchos miles más obras de sus sicarios.
Al “Chapo” en cambio se le atribuye mucho menos dinero en sus alforjas, se insiste, de acuerdo a un informe de la SEDENA, que anda a salto de mata, lo que no es rigurosamente cierto porque hay testimonios de algunos refugios urbanos y de constantes apariciones en restaurantes de gran lujo en los que, a cambio de las molestias a sus comensales, a quienes se les exige sus teléfonos celulares mientras dura el ágape del capo, a cambio de ser liquidadas sus cuentas generosamente gracias a la bonhomía del cártel más protegido por el gobierno de México hasta el fin del sexenio anterior... aunque sigue siendo una asignatura pendiente en el arranque del actual.
(Se sabe -“Nuestro Inframundo”, Jus, 2011- que el propio “Chapo” telefoneó a Enrique Peña Nieto, cuando fungía como gobernador del Estado de México en mayo de 2008, para amenazarlo de muerte tras un operativo fallido en Metepec, durante la feria de San Isidro en este municipio, destinado a aprehender o ajusticiar al entonces socio principal del capo, Ignacio Coronel Villarreal; tal circunstancia obligaría al presidente en funciones a extremar medidas y blindajes contra el mafioso multimillonario).
El “Chapo”, desde luego, está vivo lo que marcaría un derrotero distinto al de Escobar Gaviria, muerto en un operativo militar realizado por el Comando de la Fuerza Élite, entre quienes se encontraba el mayor Hugo Aguilar Naranjo -tío del general Óscar Naranjo Trujillo, contratado por el equipo de Peña Nieto para armar la estrategia de “seguridad” en México-, quien al ver caer a Escobar Gaviria, sin poderse contener, gritó a pulmón: “¡Viva Colombia!”. A partir de entonces, no cesa el peregrinaje en la tumba de “Pablo”, devoto del Santo Niño de Atocha y benefactor de obras de caridad a través de los párrocos de la región, en un símil de lo que ocurre con Jesús Malverde, el salteador de caminos en Sinaloa por la primera década del siglo pasado, considerado un “santo” por los narcos mexicanos que se encomiendan a él y hasta una capilla le han levantado sin reconocimiento oficial de la Iglesia pero sí la evidente tolerancia de la misma.
Como otros capos mexicanos célebres, por ejemplo Amado Carrillo Fuentes, Ignacio Coronel y Heriberto Lazca “El Lazca”, señalados como “muertos vivientes” por la estrategia de dar a conocer sus decesos camuflando así sus grandes escapatorias y ahora al servicio de las mafias rusas y chinas, sobre todo encaminados a abrir los surcos necesarios para ampliar los mercados de consumo de drogas en las naciones de la Unión Europea -desde España, sobre todo, la gran puerta de Latinoamérica-, sobre Pablo escobar existen severas dudas sobre su muerte. De hecho, el ataúd que guardaba sus supuestos restos fue tomado en vilo por decenas de “simpatizantes”, arrebatado a sus familiares y “recuperado” por el ejército... lo que, de hecho, eleva las sospechas de que pudo haber sido cambiado el cuerpo en el momento preciso -“La Parábola de Pablo”, Alonso Salazar, Planeta, 2012-, para poner a salvo al “Patrón”, como le siguen llamando, mientras algunos de sus cercanos siguen custodiando la sepultura ¿vacía?.
He llamado, de manera insiste, a esta fórmula para cerrar casos transformando el perfil de los peores criminales, “el cártel del Paraíso”. Y es obvio que, en el caso del “Chapo”, una salida semejante habrá de darse en cuanto así se determine para proteger los muy altos intereses que su memoria encierra... incluso dentro del actual organigrama de gobierno: recuérdese que no son pocas las herencias del pasado con presencia política actual y no sólo dentro del PRI sino en todos los partidos; el nombre de Manuel Bartlett, por ello, ensucia los ideales de la izquierda de una presunta renovación bajo el icono de Andrés Manuel López Obrador.
Para terminar, lo mismo en Colombia y en México, quienes se alzan en armas -las FARC allá y el ERP y el EPR aquí, sin dejar de señalar al silencioso EZLN y su poeta con atisbos de inmortalidad-, suelen ser los mejores protectores de los traficantes de drogas. En Michoacán, por ejemplo, “La Familia” y “Los Templarios”, con inclinaciones místicas y políticas de por medio -cuando menos en sus discursos poco conocidos y menos difundidos-se regocijaron por las obras de infraestructura legadas por el régimen de calderón -minúscula-, y propagadas por éste como orgullos de su deficitaria administración.
Debate
Hablamos ya de, cuando menos, ochenta cárteles distribuidos por el país -de acuerdo a lo expresado por el nuevo procurador, Jesús Murillo Karam, quien por el momento no habla sino sólo ejecuta por secuelas de su operación en las cuerdas vocales-, y de más de cien grupos armados, levantiscos, si consideramos los informes de la Secretaría de la Defensa Nacional. Un entorno de violencia inocultable en medio de una crisis previamente anunciada y a la que el gobierno en curso apenas comienza a enfrentar. Ya sabremos cuán dura tiene la mano el presidente recién ungido si es capaz, cuando menos, de desbaratar el cacicazgo magisterial sin necesidad de negociar con la acomodaticia “maestra” Elba Esther Gordillo quien sólo ha podido demostrar su condición de Educadora sin haber cursado por ninguna Escuela Normal.
Si consideramos tales datos, podremos explicar la fallida fórmula del gobierno de la derecha al encomendar a Juan Camilo Mouriño Terrazo, de fugaz paso por la secretaría de Gobernación antes de ser muerto en un sospechoso “accidente” de aviación en noviembre de 2008, la nada sencilla tarea de “aglutinar” a los narcos bajo un solo mando común, precisamente el del “Chapo”, para evitar un enfrentamiento entre los diversos cabecillas; el proyecto fracasó cuando los hermanos Beltrán Leyva, reyes de las metanfetaminas y con sede en Colima reducto, a su vez, de los familiares de los Zedillo y los De la Madrid -de los ex presidentes, claro, y sus parientes- se sintieron traicionados por Guzmán Loera y éste, a su vez, como represalia, sufrió el ajusticiamiento de uno de sus hijos. Desde entonces, fue imposible la puesta de acuerdo... mientras Mouriño sucumbía en las Lomas de Chapultepec, muy cerca de la residencia oficial de Los Pinos. El mensaje fue clarísimo; lo mismo que el dolor inmenso del mandatario entonces en funciones al perder a su “delfín” y acaso el mejor de sus amigos.
Tristes historias con grandes paralelismos para iniciar, en serio, el año tras la extinción del periodo vacacional.
La Anécdota
En la Procuraduría General -de donde han saltado algunas de las figuras relevantes, como el recién fallecido Pedro Ojeda Paullada, a quien se señaló como el miembro del gabinete de López Portillo que inició el saqueo de divisas en 1982 gracias a la información oportuna e ilegal recibida-, no se habla de otra cosa:
--Ya tengo favorito para el 2018 -repiten sin cesar, en los corrillos-.
--¿Será Luis Videgaray o Miguel Osorio Chong, por ejemplo?
--¡No, hombre! Es Ismael “El Mayo” Zambada. Siempre los “segundos” son quienes llegan al poder...
La reflexión está en cada pensamiento.
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No se ha quitado un solo cabello al narcotráfico en México a pesar de los más de cien mil muertos víctimas de la inútil guerra de calderón -minúsculas-. Y van sumándose más, sin remedio, en tanto comienza la estrategia del nuevo presidente. Los ríos de sangre no se detienen... contra la voluntad de los mexicanos de vivir en paz.
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